viernes, 15 de agosto de 2014

22 de septiembre. 2009

Dolor. Miedo. Angustia. Rabia. Sufrimiento. 

Lágrimas que empañan los ojos y nublan la visión. Ese nudo en la garganta que quiere abrirse paso. Ese corazón acelerado retumbando contra el pecho. El dolor asentado en lo más profundo de sus entrañas, recorriendo todo el cuerpo, poniéndola en tensión. Hasta los ojos, que vuelven a desbordarse tras unos segundos de tranquilidad en medio de la tempestad. Y las lágrimas parecen despejarle la mente tanto como le nublan los ojos.
Se ve a sí misma como la niña caprichosa de siempre por un lado, aunque por el otro piensa que tiene razón, que quien se la quita es él queriendo imponer sus motivos. ¿Caprichosa? Puede. Pero duele que le quiten de entre los dedos lo que lleva esperando unas horas que se le hicieron interminables. Toda una tarde con un solo pensamiento en mente. Una especie de obsesión absurda que la carcome. Obsesión no es la palabra, y lo sabe. Es algo más puro y suave, más inocente. Puede que amor, deseo. Le echa de menos y él no está. Pero se consuela pensando que vendrá, mientras una voz en su cabeza dice que no va a aparecer. Y una vez más, no se equivoca. Nunca falla. Algunos lo llamarían sexto sentido. Ella solo desea equivocarse. Ilusionarse, ser feliz, con él. Que la sorprenda. Repentinamente se da cuenta de que lleva repitiéndose días lo mismo. Que la sorprenda. Que la ilusione. Que la necesite como hace ella. Esperando todo el día el momento que pueda perderse entre sus brazos y olvidarlo todo. Nada más. El único problema es que a él le parece demasiado.

Dolor. Miedo. Angustia. Rabia. Sufrimiento. 

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